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  • Alpes 2001

Martes, 3 de Julio

Un nuevo día amanece en la estación espacial de Bourg D’Oisans.  Los intrépidos aventureros, asoman sus peludos cuerpos ( bueno, Faco-lero iba sin pelo, pero pinchaba :-) al porche orbital de su ubicación.

Desde allí, podían contemplar cómo el astro rey, asomaba sus luces matinales sobre la luna D’Huez. Siempre esperaban unos instantes, tiritando un poquito ante la humedad del rocío ( simulado por ordenador, acordaos que estamos en el cyberespacio, despistados ;-) hasta que, los rayos solares, sobrepasaban las rocosas cumbres.

En ese momento, ya podían sentir el calor ... lamentablemente para los primos norteños, que llevaban suspirando por algo de frío desde que llegaran.

En pocos momentos ya se podía adivinar si, el día, iba a ser: caluroso, muy caluroso o axfisiante. Desgraciadamente, esta jornada pertenecería al último tipo: abrasadora.

Mientras se tomaban sus cereales liofilizados, sus pastillitas de pastelitos y su chupadita al tubito de leche condensada ( sí, sí, habéis adivinado bien, era Inflas, el asiduo a este último ritual ), repasaban las hojas de ruta.

Hoy, les tocaba el ascenso por los cráteres de la Croix de Fer, la bajada al astro gemelo Glandon y el retorno posterior. Este recorrido, lo habían hecho ayer en monovolumen-nave, por lo que las imágenes estaban aún recientes. La experiencia, les serviría para probarse cara al esfuerzo final en el día D ( Le Marmoteisson Sideral ).

Y, en particular, la Croix de Fer era el “coco” de la expedición. Como ya adelantamos en el prólogo, los nativos globeros-élite de su planeta, les habían amenazado e intentado intimidar con la peligrosidad de la zona.  Seguramente, habría criaturas terribles, agujeros negros, fuerzas estelares ocultas, ya que recordaban claramente sus palabras:

“LA CRUZ DE HIERRO, MATA AL HOMBRE”

Y, eso, dicho por alguien de probada experiencia, demostrado “pedigree” ( y mucho miedo, tal y como se demostraría luego, cuando superaran la dura prueba ).

Bien, pasemos a los hechos. “Nomesiento” tenía este día pensado salir, pese a las heridas de guerra que arrastraba. Los otros tres navegantes, por supuesto. El plan sería, recorrerlo en pedalonave a un ritmo similar al requerido el día D.

Tras cubrir los primeros diez años luz, de gravedad 0, comenzaba la odisea. Inflas, por “respeto” o por “experiencia”, llevaba anotadas, en la palanca directora interestelar de su nave, las cifras de la hoja de ruta.

Glandon (Sur)

Estos eran los campos gravitacionales que deberían afrontar:

1, 3.5, 1, 1.5, 4, 1, 7, 8, 8, 9, 10, 3.5. Seguían, luego, tres años luz de gravedad negativa, donde, su nave, se lanzaría sin gasto de combustible.  Pero, de nuevo, fuerzas impresionantes ( justo en el sitio en que Faco-lero el día anterior, pensaba que, “menuda gracia el que tenga que subir esto” ):

10, 10, 9.5, 9, 6, 4, 5, 5, 3.5. Dos años luz de reposo y el último esfuerzo:

7.5, 6, 7. Aquí, deberían dirigirse por la ruta G ( gosch ), culminando su ascensión. El día D, tendrían que hacerlo por la ruta D ( drôit ), con dos años luz más, en torno a 7 G, para rematar la Croix de Fer.

Merced a los potentes instrumentos informáticos que poseían, el ordenador de a bordo, estableció una curiosa estrategia de navegación, que, posteriormente, emplearían con todo éxito.

El proceso fue tal que se redujo, cualquier recorrido ascendente, a un trayecto optimizado de su zona: los anillos Naranquinos. Este dato, supuso cómicas relaciones entre Faco-lero y los primos norteños.

A fin de cuentas, la integración estratosférica de la derivada sideral, daba como resultado que, recorrer la Croix de Fer, era como subir tres veces a los anillos Naranquinos ( en cuanto a dureza y longitud ).  Y así, más o menos, establecieron las fases de recorrido.

Esta estrategia ya había sido puesta en práctica por Nomesiento e Inflas, realizando múltiples entrenamientos simulados de la ascensión a la luna Galibier, mediante seis ascensiones consecutivas al anillo Naranquino. Siendo, muchos de ellos, realizados con los tanques vacíos por no haber repostado desde la mañana, para simular las condiciones de escasez de combustible que, seguramente, se producirían en el día D.

Antonio “nomesiento” seguía con su táctica de no sentarse ( por motivos obvios ) y fué curioso observarle, en el llano, durante diez años luz, de pié sobre su pedalonave. Así fué que, en cuanto encontró una subida, casi desapareció de vista.

Bien, aquí hemos de puntualizar que “Nomesiento” estaba obligado a navegar de pié y utilizar una relación interestelar de gran avence, para minimizar los dolores en “lo suyo”.

Sin embargo, el insigne explorador de la expedición, Faco-lero, se empeñaba en pasarle para detenerse a continuación, con el consiguiente cabreo de “Nomesiento”, que, harto de que le tocaran las narices, apretó y se fué para adelante.

Faco-lero, con cierta prudencia, empezó despacito. Inflas, a su bola, empezó a subir el primer anillo Naranquino, como en su tierra natal.  Y, Sergio, también sin prisa pero sin pausa.

A la altura del primer descanso de la ruta, Faco-lero estaba a pocos metros detrás de Inflas. De hecho, cuando encontró el curioso fenómeno estelar del “subeybaja” de 10 G ( creemos que más de diez, en torno a doce ), le pilló y se fue a por “Nomesiento”.

Previamente, Nomesiento había tenido un “enfrentamiento” con un grupo de naves “alienígenas”, que le había hecho ascender esta primera parte, con el motor en la zona roja. Cuando estaba recuperando el resuello, llegó al agujero negro de “subeybaja” con tal fatalidad que, al querer pasar del motor principal de 52 gigawatios al auxiliar de 39, no le funcionó la junta de la trócola y, tras quedar imantado por un intenso campo gravitacional, hubo de poner pié a tierra para solucionar la avería y poner en marcha el minimotor de 39 gigawatios. Menos mal que no había naves en las proximidades que fueran testigos de su vergonzosa parada técnica.

Cada cual hizo el recorrido a su ritmo. Personalmente, recuerdo cada campo gravitatorio, sobre todo por el fiel reflejo que tenía en la palanca de dirección.

Justo en el segundo descanso, cuando pensó que estarían mucho más lejos, divisó Inflas las pedalonaves de Nomesiento y Faco-lero.  La alegría que le dió el ver que, sus aventureros amigos, apenas le sacaban medio año luz de distancia, le hizo comunicar su ya por entonces famoso CADAVEREEEEEEEEEEEEEEESS, hasta tal punto de potencia megafónica que, un nibelungo que iba un poquito más adelante, casi se cae abajo de su pedalonave y se escurre ladera abajo.

Un pequeño esfuerzo más y ya habían llegado. Faco-lero se adelantó en unos 5 minutos a Inflas y, Nomesiento, que había subido junto a Faco-lero, ya se dirigía hasta el final del crater Croix de Fer.  Pues, en su mente, estaba volver al campo base tan pronto llegara a él.  

A esto también ayudo la intención de socorrer a una alienígena de pelo rojo, con traje espacial verde de la galaxia Tilff - Bastogne -Tilff, a quién había visto detenida a la vera de la senda sideral.  Quizá necesitara ayuda en su pedalonave ...

Unos minutos más tarde, en la cúspide del astro gemelo Glandon, arribó Sergio con cierta sonrisa / mueca en su cara. Media ruta estaba hecha ya. Pero el calor comenzaba a ser sofocante.

Nomesiento se dirigió hacia la estación estelar. El resto de navegantes enfilaron sus pedalonaves hasta el pie del Glandon, contemplando el camino que, luego, con mucho más esfuerzo, habrían de desandar. La temperatura subió considerablemente.  El traje espacial de Inflas se despresurizó y optó por abrirlo, respirando la enrarecida atmósfera de este terrible astro.

Glandon (Norte)

De nuevo, una hojeada al GPS para ver los campos gravitacionales a afrontar: 5, 6.5, 6.5, 7, 7, 7, 7, 8, 9, 5, 3, 3, 10, 9, 10, 7, 7, 9, 9, 8, ???

Los interrogantes responden a la cara de gili... que se le estaba quedando. El día anterior, había consensuado con Faco-lero que, los últimos años luz, estaban sin duda por encima de 10 G, con rampas contínuas incluso de 13 G. Seguro que las cartas de navegación tenían alguna desviación.

Repusieron líquido elemento al inicio de la ruta. Comenzaron la misma con todas las precauciones posibles. Faco-lero, como casi siempre, se escapó enseguida. Como este recorrido no sería preciso repetirlo el día D, Inflas esperaba a Sergio, argumento que le daba la opción de un mayor descanso en su avance.

Poco a poco ( !!! y tan poco a poco!!! ) avanzaban los años luz bajo los deflectantes de rayos UV que descansaban sobre su apéndice nasal.  Hacia la mitad del ascenso, un ligero descanso, aunque no descendente y una parada por más líquido para afrontar el resto. La marcha se ralentiza.  La temperatura, sobre 40º, se hace insoportable. Algún alma caritativa desplazó ciertas nebulosas de modo que, durante un par de años luz, Inflas no soportó tan alta temperatura. Y a fe que lo notó, pues su velocidad aumentó casi hasta duplicarse. Pero el espejismo fue breve, pues el implacable astro rey, enseguida volvió a castigarlo.

Poco a poco se acerca el final, tanto del recorrido como de las fuerzas de Inflas. La duda era cual duraría menos. Y pronto se resolvió: los últimos años luz, los de los campos gravitacionales más intensos, fueron terribles.  

Empleó la marcha reductora máxima de su locomotivo invento, y no pasó del 30x26 ( él, que había conseguido subir el temible Angliru terrestre con 39x26 sin poner pie a tierra ).

La evidencia era innegable: un gusano espacio-temporal, el PAJARONIBUM, había hecho su aparición.

Cuando consiguió alcanzar el final de su viaje, contempló a Faco-lero, sentado sobre la tierra, con idéntica expresión a la suya: el pajaronibum también le había atacado a él.

En el caso de Inflas era más explicable: la insoportable temperatura, hacía que apenas ingiriese alimento ( más de 50 años luz contra duros campos gravitatorios y ni siquiera una triste barrita liofilizada ).  Pero Faco-lero no entendía cómo, el susodicho animal, había conseguido traspasar sus escudos deflectores, tras la pastilla-bocata de jamón y queso, las tres barritas liofilizadas y el liquido nutritivo que había disuelto en sus tanques de agua.  

Tal y como habían quedado, enfilaron sus naves hacia abajo de la Croix de Fer, esperando que los campos gravitacionales que, inicialmente habían facilitado su ascenso no fuesen ahora perjudiciales en exceso. Y los pasaron mejor de lo esperado. Cierto cabreo también les invadió cuando comprobaron, otra vez más, que había naves obreras indígenas con el puñetero asfalto en la zona. Eso sí, días más tarde, vieron el inmenso avance de los progresos de las naves obreras, que habían finalizado ya el asfaltado de modo completo ( se dice que porque, en breve, otras naves más “profesionales”, recorrerán esa zona en una “feria sideral” denominada Tour, o algo así ... :-)

De nuevo el descenso y parada en otro hermoso pilón de fresco líquido elemento, donde esperaron la llegada de Sergio. Tras los sufrimientos, la alegría de haber superado al coloso, inundaba sus mentes.

A posteriori, he de reconocer que, personalmente, fue el día que más sufrí, incluso más que el propio dia D. Pero, sin lugar a dudas, el acabar sin ser “matado” por ninguna Croix de Fer, y lo que era mejor aún, ver que era asequible, difícil pero asequible, para ser superado el día D.

Todo esto puede ser corroborado por Nomesiento, que, teniendo la comida preparada ( una buena perolada de ensalada de pasta ) tuvo que aprestarse a hidratarles y administrarles medicación contra la “descompresión” ( un preparado a base de aspirina efervescente que surtió pronto efecto en los exhaustos navegantes )

“Tan sólo deseo” meditaba Inflas para sí, “menos temperatura.

Aunque llueva, aunque nieve. Pero no tanto calor, por favor”.

Proféticas palabras, como veremos más adelante.

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