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Tour Mítico - 20 de julio: Pineta - Bielsa - TÚNEL DE BIELSA- Arreau - Col de ASPIN - La Seoube

Al fin amaneció. No llovía, pero en estos valles tan hondos, el sol tarda en solventar aquellas paredes pétreas y boscosas y darnos con sus rayos en la cara. Yo temía por mi primeta etapa cicloturista, que debería empezar bien temprano. Pero no podía dejar a mis mujeres 'empantanadas' (nunca mejor dicho) y abandonarlas allí sin antes poner todas las partes de la tienda a secar, incluído un saco de dormir que acabó empapado por el agua que entraba por no se sabe dónde.

No fue hasta las 11 que tuvimos todo seco y metido en el coche, y dispuesto para empezar las primeras pedaladas. Allí, a 1.300 metros de altitud, al lado mismo del Parador Nacional de Turismo de Pineta, empecé la aventura. Junto a las cascadas que dan vida al río Cinca, puse el cuentakilómetros a cero.

Los primeros 12 kms son en suave bajada, recorriendo el valle glaciar de Pineta, hasta el embalse que pateamos ayer. Aquí, el descenso es más acusado hasta Bielsa, con el pueblo por referencia. Al llegar a la carretera nacional, tomo dirección Francia, a la izquierda. Enseguida, he de cruzar un pequeño túnel sin iluminar, después de cerciorarme que no me va a adelantar nadie dentro, por si acaso. Paso al lado del pueblo de Parzán, otrora incendiado por la Guerra, donde la gasolinera no da a basto con los franceses que buscan ahorrarse unos euros.

Empieza el ascenso hasta la frontera. No es un puerto que se oiga mucho, que tenga fama de duro, pero no tiene desperdicio. De entrada, las largas rectas sin bajar del 5% se hacen pesadas, si no fuera porque la vista se pierde en las alturas arboladas, en las cascadas ruidosas de muchos arroyos... Llego al puesto fronterizo, hoy abandonado, y la pendiente se pone seria. Una señal de 10% me hace saber que no será fácil llegar al otro lado. Los cuatro kms que preceden a la boca española del túnel no bajan del 8%, hasta que veo el agujero, ese que me llevará a Francia. En un cartel a la entrada lo detalla: 3.070 metros de túnel, con una pendiente media del 5%. La boca española a 1.680 y la francesa a 1.820. Está iluminado, y aunque no tiene arcén, me decido a cruzarlo. En tres kms no me adelantaron más que tres coches, incluído mi mujer, así que voy tranquilo, a ritmo, oyendo el chisporrotear de las goteras y mirando, al fondo, el punto de luz del país vecino, pues el túnel es una larguísima recta trazada con regla.

Llego al otro lado. Estoy a 1.820 mts, casi 800 metros más alto que Bielsa, donde respiro y bebo. Francia tiene el cielo con escasas nubes, y un largo descenso me espera hasta Arreau. Dejo a mis chicas disfrutando de las alturas, me dan ventaja, y me dejo caer sin pedalear. Al principio es vertiginoso, con curvas cerradas y también largas rectas. Hay bastante tráfico, aunque nada peligroso, y la vista de los pueblecillos abajo, en lo más hondo, me dan una idea de lo que tendré que bajar. Cruzo Saint Lary Soulan sin mirar atrás, después Ancizan, donde describe Ander una bonita ruta que evita el Aspin, aunque también con un puerto bastante difícil, que dejaré para otra ocasión.

En Arreau ya tengo a mi mujer detrás con el coche, y así me quedo tranquilo, pues todo está escrito en francés y me tengo que asegurar que ella coge el camino correcto. Señores: el col de Aspin me aguarda.

En sus 12 kms de ascensión, se ascienden casi 800 metros. Está lleno de curvas, desde abajo hasta arriba, y la vista de Arreau es casi constante, así como la cima. Cuando llevo poco más de tres kilómetros, oigo el chasquido de un radio que se rompe. ¡Vaya por Dios! Con lo agusto que estaba subiendo, me corta un poco de ponerme de pie sobre la bicicleta todo el tiempo que quisiera. Adelanto a una mujer que también sube sola, y la veo buscar la sombra de un árbol para darse un respiro. Poco a poco, empezando a notar el cansancio de no haber dormido apenas la noche anterior y con el sol calentando sobre mi cabeza, la cumbre se acerca y puedo, orgulloso, pisar el primero de mis objetivos. El Aspin ha caído.

Unas fotos, un refrigerio, y me lanzo hacia abajo, siempre con precaución pues es una carretera abierta, y está la posibilidad de que haya alguna vaca suelta en medio del asfalto; disfrutando del premio de las bajadas, que tanto me gano subiendo. En los llanos de Payolle, me entretengo en el deleite del paisaje sin tener que concentrarme en la velocidad, observo gente que se tira en parapente, gente que pasea con sus mochilas a la espalda, y un kilómetro más adelante vuelta al descenso rápido. Cuando llego a La Seoube, un camping a pie de carretera, con una apetitosa piscina en primer plano, me hace poner pie a tierra.

Primer día: 81 kms, una media de 21,90 kms/h y una altitud acumulada de 1.569 metros.

Lo que queda de la tarde es para disfrutar con mis mujeres en la piscina, para dar un paseo por los alrededores, para montar la tienda, arreglar el radio roto, cenar una pizza en el pequeño bar del camping y acostarnos pronto, que la noche anterior, pasada por agua, estaba ya haciendo estragos en nuestros cuerpos cansados. Buenas noches.

Por cierto, cuando estábamos esperando la pizza, ojeé un periódico francés que me llamó la atención la fotografía de Landis vestido de amarillo, y más o menos entendí que se había recuperado en una etapa magistral... Vaya, me estaba perdiendo un Tour emocionante.