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He llegado a Ochagavía con un calor impropio de esta zona, más de 30C no es algo que me pudiese imaginar a estas alturas de verano.

Decido dejar las cosas en la casa rural y, sin perder más tiempo, me voy a Irati para aprovechar la segunda parte de la tarde. El recorrido en coche por el “Paso Tapla” es de lo más agradable -una media hora- antes de llegar al punto de información e inicio de la mayoría de rutas que recorren este precioso paraje.

Después de dejarme asesorar por la chica de información, voy a la “Cascada del cubo”, un recorrido de poco más de una hora en el que coincido con unos “lleidatans” con dos niños pequeños. Enseguida me sumerjo en lo que será la tónica de este viaje: El verdor atlántico.

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Después del paseo me encuentro con Antonio Verguizas en Ochagavía, hasta entonces un anónimo ciclolistero que se vió con ganas de apuntarse al reto de la “Irati Xtrem Clandestina” que se me había metido en la cabeza desde que vi el recorrido de esta marcha.

Cenamos en la sidrería “Kixkia” parte del menú infantil, la camarera nos toma el pelo bien agusto “A ver estos deportistas…” Hablamos un poco de todo, de los niños (Maialen 6.5 y Martín 3.5), de la cultura del deporte en el país vasco y, como no, de ciclismo. Después de revisar planos y altimetrías quedamos para el día siguiente con la ilusión y los nervios de dos niños en la víspera de su cumpleaños.

Lunes 27/Ago/2007

Amanece despejado, para nuestra tranquilidad. Nos juntamos para el desayuno en “Casa Pistolo”, otro gran descubrimiento de este viaje, y es que Yolanda nos ha cuidado a las mil maravillas. Último repaso a la ruta y a dar pedales.

Jaurrieta, Remendía y Abaurrea Alta (ver foto) los subimos sin demasiados apuros, disfrutando de la soledad de estas carreteras a estas horas intempestivas (~8:30h).

Mientras van pasando los kilómetros vamos charlando sobre muchas cosas, familia, bici, etc. Debo confesar que me sorprendió la naturalidad con la que hablamos incluso sobre política, algo que en general se procura evitar.

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Vista desde Abaurrea Alta

La travesía de Jaurrieta sobre un camino de tierra nos hace sacar a relucir las habilidades de montaña, mínimas en mi caso, que me hacen ser especialmente precavido.

Nos desviamos hacia Orbaitzeta, por una carretera en obras que conduce a la Fábrica de armas y desde la cual parte un camino hormigonado hasta la cabecera del embalse de Irabia. Una vez pasada la iglesia de Orbaitzeta y recargados los bidones, nos adentramos en el GR que comparte ruta con la ascensión a Azpegui. Es impresionante el verdor que lo rodea, y el cauce del río Irati paralelo a la carretera le confiere un encanto especial.

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Ascensión a Azpegui

Un poco más adelante está el puerto de Orgambide, por un terreno ya más abierto, sinónimo de que estamos próximos a la cima. Coincidiendo con los Cromlech se encuentra la cima del mismo, dando paso a un calurosísimo descenso hacia las Sources de la Nive y con ello el retorno a un tupido bosque.

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Orgambide y sus caballos agobiados por la subida del Euribor.

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Vista desde la cima de Orgambide

Sources de la Nive

En Sources de la Nive aprovechamos para parar y comer algo antes de afrontar el primer coloso de la jornada: Artaburu-Errozate. Ya desde el cerrado giro a la derecha se nota la fuerte pendiente, que obliga a hacer uso del 39/29 en mi caso y del 34/29 de Antonio. Subiendo Artaburu todo pasa a cámara lenta: El paisaje, las pedaladas, el cabeceo rítmico… Todo ello supone una extraña mezcla de esfuerzo y sosiego, la sensación de que tu única preocupación es subir esa rampa y disfrutar de las vistas que te vas ganando con cada pedalada.

Sin embargo, el fuerte viento que entra de costado en algunos tramos, hace que a la tensión del esfuerzo en ocasiones se le añada la de mantener la verticalidad a velocidades de 6-8km/h. En compensación, una vez más, el verdor atlántico inundándolo todo. ¿Parca recompensa? NO para quien escribe estas líneas, sin duda.

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Artaburu: Dureza y belleza a partes iguales.

El esfuerzo es grande y poco a poco vamos agotando nuestras reservas de agua. No hay ni rastro de fuentes, por lo que al final nos decidimos a “asaltar” una casa que parece pertenecer a una explotación ganadera. Después de un buen rato, aparece un hombre que nos llena amablemente los bidones. En francés charlamos un rato y le explicamos nuestra ruta. No acierta a comprender que queramos subir Errozate después de Artaburu, a pesar de ser más largo y más duro que la ruta directa hacia Irati. “Están locos estos ciclistas”, debe pensar. Y tal vez algo de razón no le falte.

Por fin nos desviamos hacia Errozate y más de lo mismo: Dureza y viento fuerte racheado a cambio de preciosas vistas. Nos cruzamos con un extraño artefacto de cuatro ruedas que hacía tiempo que no veíamos, tripulado por cuatro ancianos con sonrisas XXL, que delatan que no somos los únicos disfrutando de estos parajes.

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Vistas y cima de Errozate, nuestro primer coloso.

Comenzamos a bajar hacia Surzai, muy pendientes de la orientación para no tomar ningún desvío erróneo y de la gran cantidad de grava que dificulta el descenso. “Lo que hay que hacer es no caerse.” -dice Antonio- y no le falta razón, ya que tiene pinta de ser un firme tremendamente abrasivo. Justo cuando nos acercamos a la cola norte del pantano de Irabia, cuyo desvío dejamos a la derecha, comienza a aparecer un pequeño riachuelo, giramos a la izquierda y comenzamos a ascender hacia Surzai. Después de un par de amagos y el “Ahora o nunca” de Antonio, decidimos parar a refrescarnos en el riachuelo que desemboca en Irabia. ¡¡¡Esto sí es cicloturismo!!! , las prisas quedaron atrás hace tiempo.

Regresamos a la carretera de la que jamás debimos desviarnos -según el asombrado pastor francés- para retomar nuestra ruta hacia Irati, por un terreno rompepiernas en el que domina la subida. Poco a poco dejamos el entorno yermo y árido de Errozate para ir rencontrándonos con el tapizado verde, las sombras y el frescor de la vegetación. Antonio empieza a notarse un poco vacío lo cual, lejos de suponer ningún problema, no es sino un aliciente más para ralentizar ligeramente la marcha y disfrutar de las preciosas vistas.

Por fin la carretera se decide a bajar hacia los Chalets de Pedro, un lugar privilegiado para combinar el cicloturismo con las vacaciones familiares, con numerosas rutas de gran dureza y dos pequeños lagos con áreas de picnic, respectivamente.

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Vuelta al verdor, camino de Surzai.

Chalets de Pedro.

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Chalets de Pedro. Ideal para las vacaciones, si el tiempo acompaña.

Después de tomarnos una merecida Coca-Cola en la terraza de los Chalets de Pedro, retomamos la ruta hacia el Col de Bagargui, o lo que es lo mismo, los Chalets de Irati. Es una subida que engaña, ya que los desniveles medios suelen ser benévolos, un 4% por ejemplo, pero los numerosos tramos de bajada intercalados hacen que las rampas posteriores sean realmente duras. Prueba de ello es que ambos vamos con el 29 en buena parte del ascenso.

Coronamos y nos llevamos una pequeña sorpresa, lo que esperábamos fuese un centro de bastante actividad (Chalets de Irati), resultó ser una gran cantidad de establecimientos cerrados que nos obligó a coger agua en los servicios. Lo que no se puede negar es, una vez más, la belleza del bosque que todo lo envuelve.

El descenso de Bagargui hacia Larrau es absolutamente vertiginoso, subir por ahí tiene que ser duro de verdad, pero eso será para otra ocasión, ya que en nuestra ruta el siguiente reto es Larrau. Durante la bajada paramos varias veces para divisar el Ori y la subida de Larrau, perfectamente visible, dando así tiempo a que las llantas se refrigeren ya que están quemando, debido a la intensidad de las frenadas.

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Descenso de Bagargui, camino de Larrau.

Pero no todo es bajada. Antes del pueblo de Larrau hay un tramo de 2kms que se agarra de verdad y con el que es bueno contar, para que mentalmente no le pille a uno desprevenido. En el pueblo nueva parada para coger agua y es que el calor aprieta de verdad. (Es curioso la cantidad de veces que he pasado por aquí en bici y nunca se me había pasado por la cabeza parar a ver el pueblo, todo era no perder el ritmo y hacer la subida del tirón).

Son las 16h aproximadamente y tanto Antonio como yo conocemos perfectamente la dureza que nos espera, tal vez no tan asfixiante como Errozate, pero con el cansancio acumulado a buen seguro que nos hará sufrir.

Por suerte nos vamos a ahorrar los 3kms de la subida previos al pueblo que son de gran dureza, pero a pesar de ello, el ritmo es cansino y no desaprovecho la oportunidad de esperar a Antonio haciendo fotos del entorno.

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Larrau. Siempre duro y ofreciendo panorámicas como ésta.

Tampoco tenemos hoy como invitado al típico viento del Norte que suele azotar esta zona. A cambio tenemos un fuerte bochorno que nos hace sudar de lo lindo durante la hora larga que conlleva este ascenso. Primera coronación: Erroymendi, eso sí tras un sostenido rampón que parece que nunca se acaba.

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Vistas desde Erroymendi, ya queda poco.

A partir de ahí nos decimos que todo está hecho, que nos queda el descenso y unos 2kms de subida, ¡¡¡Pero que subida!!!, hace que la cima de Larrau sea especialmente valorada, de ésas que realmente te ganas a pulso, apretando hasta el final.

La bajada por la vertiente Sur, es una delicia de curvas de fácil trazada que, unidas a unas preciosas vistas, tienen el riesgo de descentrarnos del descenso. El contraste térmico con las zonas que atraviesan los cauces fluviales es notable y se agradecen esos escasos momentos de frescor.

Acabado el descenso, continuamos pedaleando siempre por terreno favorable hacia Ochagavía, dejando para otra ocasión (Por ejemplo la Larra-Larrau) el alto de Laza. Más charla, el sabor agridulce que aflora, por un lado haber cumplido un reto que hacía tiempo me ilusionaba y por otro lado dejar la compañía de quien ha resultado ser más que un excelente compañero de ruta. A buen seguro que nos juntaremos en alguna otra ocasión.

Ya solo nos quedaba tomarnos un refrigerio en el bar de la plaza, rememorar la jornada y citarnos para la próxima ocasión. Una experiencia inolvidable.

Después de la ducha y unos estiramientos vuelvo a “Kixkia” para la cena, esta vez sólo, revisando las fotos del día y las sensaciones vividas. El cuerpo me dice que tal vez mañana deba descansar para recuperarme mejor del esfuerzo de hoy, pero eso será tras el reposo, que ya va siendo hora.

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