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Puntuación

Desde Luchon hasta Bayona

Me presenté en Luchón llegando desde San Sebastián, por la autopista más directa y cómoda, aunque con 20 euros de peaje. El viaje fue cómodo, parando en una área de servicio que estaba dedicado al Tour, con una escultura muy original.

El Luchón, a las 6 de la tarde, recogí mi dorsal y la cartilla de ruta, y me entretuve algo más de una hora para saludar a algunos conocidos y ponerle cara a algún forero. Paseando con la familia, visitando una pizzería... nos dieron las 9 y me fui a cenar y dormir, después de poner la bici a punto.

A las 7 de la mañana, arriba, buen desayuno, y a la línea de salida, junto a un complejo termal, donde lucí mi chaleco APM por si podía reconocer/reconocerme alguien, y con un beso de mi mujer, empecé la odisea de llegar a Bayonne en dos días.

Salida muy tranquila por las calles de Luchón, siempre siguiendo las indicaciones en forma de flechas de un amarillo fosforito que nos guiarán en toda la ruta. Un acierto para los que no conocemos el itinerario. Con menos de 2 kms de calentamiento, empieza el Peyresourde, primer escollo en el camino. El sol se adueña del paisaje, hace un día radiante, sin viento, ideal, calentamos el motor muy poquito a poco. En las primeras curvas del puerto, un rebaño de ovejas ¿azules? nos crea un pequeño tapón que enseguida se solventa.

No hay prisas. Con 14 horas por delante para hacer los primeros 200 kms de la L-B, no hace falta ni mirar el reloj ni las pulsaciones ni la velocidad... sólo las montañas.

Enseguida nos encontramos en plena ascensión, curvas amplias donde vamos ganando altura y nos vamos conociendo, algunos nos fuimos adelantando todo el día, sin proponerlo. Era muy divertido reencontrarse continuamente.

A falta de 3 kms para coronar el Peyresourde, el paisaje se reconoce totalmente, de las grandes etapas pirenaicas del Tour, con la vista buscando el conocido final. El porcentaje no es muy exigente (o yo voy muy bien regulando, de cabeza y de piernas) y al fin, la postal que quería ver, llega...

Ahí tenemos el final del Peyresourde, las "Z" inconfundibles, donde se distingue la caravana de ciclistas que lentamente vamos buscando la cima, junto a los árboles de la izquierda... La cámara empieza a echar humo...

Supendo los tramos rectos, deseando alcanzar una nueva curva con un nuevo giro......... espectacular final.

Me hago la foto de rigor, me pongo el chubasquero porque viene un largo descenso, y para abajo.

Al otro lado, el cielo está cada vez más cubierto. Nubes altas, pero también nubes medias que cubren algún valle. Resulta encantador. Los puertos son largos, pero las bajadas también lo son, así que hay tiempo para disfrutar de ver paisajes y montañas y ríos, sin dar una pedalada.

Llegamos a Arreau, después de un poco de llaneo al alcanzar el fondo del valle. Los ríos y las casas típicas le dan una belleza muy particular.

Aquí hay que girar a la izquierda y comenzar el segundo puerto: el Aspin.

Con una dureza media, pero sin ninguna pausa, vamos ganado altura, el pueblo de Arreau cada vez más abajo, a un ritmo tranquilo y disfrutando todavía de ratos de sol. Por aquí alcanzo a Francis, de Pedalier, con el que charlo unos kms, hasta que decido ir a mi ritmo y le dejo al suyo. Luego vería a Alfonso Triviño, a Benayas, cada uno a su marcheta y disfrutando.

Cuando las curvas nos van llevando al final, el valle se muestra espectacular, con los picos nevados que nos separan de España... ni se siente el esfuerzo para superar puertos tan bonitos.

Arriba me encuentro a Eva, tan animosa como siempre, esperando a su marido. Me hace unas fotos, y me voy a probar estos avituallamientos franceses, tan originales: junto al agua y la cocacola, encuentro queso, paté fe foie-gras, ciruelas, y el riquísimo pan de épice (pan de especias, con miel) que daré buena cuenta de él... Sello el carnet de ruta.

El descenso por aquí tiene un llano en medio, siempre con bonitos paisajes, detalles curiosos, caballos, vacas, paseantes...

Cuando se termina de bajar, llegas a otro punto con su historia: la fuente de San Marie de Campan, donde es "obligatorio" coger agua para un buen ascenso al coloso, al mito: el Tourmalet.

Con los bidones llenos, y masticando algo que haya por los bolsillos, inicio el ascenso. No es mi primera vez, pero siempre será especial, siempre me recorrerán las hormiguillas por el estómago al salir de San Marie y saber que estoy recorriendo la historia del ciclismo más épico. El sol definitivamente se esconde tras las nubes. Ya no lo volveré a ver hasta el otro lado de esta barrera montañosa.

Los primeros kms aún se dejan subir sin apenas esfuerzo, pero luego se vuelve muy exigente. Con cabeza, con cadencia, con humildad, los carteles que me enseñan los datos del siguiente km. van pasando, y se intuye que las nieblas no me van a dejar ver los increíbles paisajes que adornan estas montañas.

Cuando llego a la zona de las viseras, la niebla lo llena todo. No hay fotos hacia la derecha, sólo sale el blanco. Por el carril de la izquierda bajan de vez en cuando precavidos ciclistas de otra marcha que va en sentido contrario a la nuestra. Como no hay mucho que fotografiar, me dedico a pedalear siempre al mismo ritmo, ahorrando, calculando...

Por La Mongie parece un pueblo fantasma, apenas leo los letreros de los comercios. La pendiente sigue siendo importante, sin bajar del 8% nunca y con dos dígitos frecuentemente. Como, repito, nunca miré el reloj, ni falta que hacía, no sé el tiempo que lleva subiendo, pero ya no recordaba ni haber visto el sol abajo del valle, y sólo buscaba llegar arriba.

Cuando quedan 3 kms, la niebla parece querer difuminarse, el viento empieza a soplar con fuerza, y la carretera parece derretirse rodeada de vapores, las nubes se mueven rápido, me pareció de lo más espectacular, viendo a ciclistas a lo lejos superar lo mismo que yo a su ritmo.

A dos kms, ya se ven los telesillas, algún retazo de nieves heladas y sucias que quedan aún, y sin aumentar el ritmo de pedaleo, voy adelantando a ciclistas que están pagando tantos y tantos kms de duro ascenso.

Se acerca el final del coloso, se oyen las voces de ánimos de familiares que van reconociendo a sus ciclistas, saliendo de las nieblas... Un poco antes de coronar hay un nuevo avituallamiento, un puesto de control para el sellado del carnet de ruta...

El ciclista plateado, el atasco en la cima, los orgullosos campeones que lo coronan y se quieren inmortalizar...

Sea la hora que sea, sea el día que sea, siempre hay cola para hacerse fotos aquí. Es una pasada. Y es un milagro que en la foto, en un día como hoy, apenas salga gente por medio. (Mi fotógrafa hizo hasta 6 fotos, pero esta que pongo es la más decente, en las otras siempre hay gente por medio). Ahí está un orgulloso APM posando en la cima de la Luchon-Bayona.

Con el estómago recuperado en el avituallamiento (me tomo una cocacola a la salud de trabant75, él sabe por qué) me pongo de nuevo el chubasquero, y para abajo. Arriba hace frío para entretenerse mucho, me quedo lo suficiente para disfrutar del momento y pienso que abajo estaré mejor. Hasta Luz son 18 kms de vertiginoso descenso. Hasta Argeles seguiré bajando, más de 30 kms favorables...

Al menos, hacia donde tengo que bajar, ¡¡espectacular!! se ven las cimas de las montañas, hay esperanzas de que el tiempo sea mejor allí abajo. En el descenso adelanto a ciclistas que bajan muy despacio, por muy precavidos, o por muy embobados con la belleza que nos rodea.

Entro en Luz St. Sauver, y unos rayos de sol se cuelan entre las nubes. He recuperado el tono, y aquí me paro, en un banco de un parque, a comerme el bocadillo, que son las 2 de la tarde y al sol se está muy agustito. Cuando termino, siempre sin prisas, reanudo la marcha hacia Argeles-Gazost. Justo al salir del pueblo, me adelante un "tren" de gente de un mismo club, y me uno a ellos. Llevan buen ritmo, el viento que sopla en contra no es muy fuerte pero molesta, así que me beneficio de ir junto al grupo, y se pasan los kms antes...

 

Después de callejear por Argeles, siguiendo las precisas indicaciones de la organización, llego al comienzo del Soulor-Aubisque, último (y doble) gran escollo en mi ruta. A por él.

El comienzo es duro, con 2 kms al 8% o así, y con algo más de 100 kms en las piernas y 3.000 mts de desnivel, se agarra bastante. Pero vamos, que subir el Soulor y el Aubisque me va a tener entretenido las 3 siguientes horas... Poco a poco voy llegan al valle de Azun, donde la carretera da un respiro y llanea durante unos kms.

Después del llaneo, toca rematar con los 8 kms finales, duros, constantes, a ritmo. Por arriba ya se ve que volverá a rodearme la niebla, omnipresente hoy en los finales. Voy pasando los kms, los minutos...

A 2 kms para el final, una fina lluvia moja la carretera, hace frío, aunque subiendo no se nota. Ya veo el edificio de la cima, donde habrá un avituallamiento y nuevo sellado en el carnet de ruta.

Aquí, además del queso con pan de épice, las ciruelas, veo un puesto de bocadillos de foie-gras, riquísimo, y otro de panceta caliente, que no me apetece. Pero el café......... qué lujo, un cafecito caliente, es como un elixir en esos momentos. Empezaba a tener frío por la ropa mojada, y eso me entona de nuevo. En la cima, como es típico, los adornos muy a lo francés, con bicicletas de colores y guiños al Tour de France. Chapeau!!

Me hago una nueva foto, ya con el chubasquero puesto, porque toca de nuevo bajar, aunque esta vez muy poco desnivel. Pero la niebla me está calando como si fuera lluvia. Sigo.

Cuando termina el corto descenso, se llega al fomoso circo de Litor. Yo ya lo he visto en mi anterior cabalgada por estos míticos puertos, pero a los que hayan pasado por primera vez, les habrá dado rabia tener que conformarse con un lienzo en blanco, con la maravilla que hay que ver por aquí.

Cruzo los pequeños túneles que horadan la roca, al borde mismo del precipicio inmenso del Circo de Litor. Cada vez llueve con más insistencia, es agua fina pero constante.

Entre las nieblas, veo aparecer fantasmas: son ciclistas que voy adelantando, al principio contornos, luego aparecen colores, luego veo su cara mojada, luego se queda atrás y se lo traga la niebla...

Llego a la cima del Aubisque, inesperadamente, porque no se ve más allá de 50 mts. Busco quien me haga una foto, y no es fácil, un tipo sale de un coche para hacérmela y se mete de nuevo. Aquí no hay nada que hacer, ni avituallamiento, ni sellado... me voy para abajo, que me estoy quedando frío y mojado. Justo antes de empezar el descenso, veo entre la niebla las bicis gigantes, no estaban cuando subí aquí en otra ocasión y son nuevas para mí. Foto.

Y el descenso............ fue otra de las odiseas de esta Luchon-Bayona. Con el piso mojado, las zapatas cada vez frenaban menos. El porcentaje en algunos tramos es brutal, la bici se quiere ir sin que pueda hacer mucho, así que trato de no coger mucha velocidad para controlar la bici en todo momento. Me duelen las manos de frenar, los dedos se quedan agarrotados y fríos...

Me estoy mojando, ¡me estoy poniendo como una sopa! En Gourette me meto bajo una marquesina a guardar la cámara y el móvil en una bolsa de plástico. Sigo bajando y empiezo a tiritar, no tengo más ropa que ponerme y estoy deseando llegar abajo...

¡Qué rato pasé hasta ver Laruns, girar hacia la derecha y entrar en la plaza! Aquí no llovía, y aunque no había sol, se agradecía estar a cobijo de las paredes de las casas. Llamo a mi mujer, que por autopista había evitado todos los puertos, y me dice que está en las afueras de Laruns esperando. Así que minutos después, estaba quitándome la ropa mojada y poniéndome otra seca, después de lavarme sobre todo las piernas, negras del agua sucísima que me salpicaba la rueda delantera...

Creo que estuve una hora aquí en Laruns, aprovechando para comer abundante y entrar en calor de nuevo. Con energías renovadas, me hice los 35 kms que me quedaban, casi completamente llanos, hasta Oloron, donde pasaría la noche. Eran las 8 y media de la tarde, y aún tuvimos tiempo, con mis acompañantes, de dar una vuelta para visitar esta villa preciosa, su iglesia imponente, sus calles típicas... antes de acostarme.

De Oloron no se podía pasar antes de las 7 de la mañana, reglas de la prueba, así que a las 7 en punto estaba reanudando la ruta. Como la mañana estaba con densas nieblas y un tiempo muy inestable, no cogí la cámara de fotos, y no la eché mucho de menos, ya que más de la mitad de la mañana, estuvo muy cerrado el cielo.

Sellé a las afueras de Oloron, y en solitario, recorrí los primeros 40 kms, algún grupito me adelantó, pero la tranquilidad era absoluta. En esas estaba cuando recibo un SMS del gran BuruM contándome que terminó feliz la Irati y si había terminado yo lo mío. Fue mi compañía durante un rato, mientras tecleaba la respuesta sobre la bici.

Fui cruzando pueblecitos franceses, en medio de su campiña, con rotondas bien señalizadas, un terreno que ondulaba entre los campos, hasta Mauleon. Aquí no sé en qué andaría yo pensando, me equivoqué de salida de la rotonda y cuando quise darme cuenta de que me había equivocado, hice 7 kms en dirección contraria... que tuve que deshacer para volver al itinerario marcado. Así que mi Luchon-Bayona tiene 14 kms más.

Bueno, no pasa nada, retomo la ruta y me dirijo hacia el Coll d'Osquich, en unas nieblas tan cerradas, que apenas vi nada. El puerto, siendo fácil, se antojaba más duro, pues la paliza del día anterior estaba en cada pierna aún. Al coronarlo, un avituallamiento muy entrañable, con música francesa animando la fresca mañana, sandía, ciruelas, el omnipresente pan de épice... sellar la ruta, y sólo queda llegar a Bayona.

Salgo a la vez que un grupo numeroso y me animo. No hay puertos pero sí repechos traicioneros, perfil ondulado, y se presta a compartir la ruta en grupetas. Entre un grupo de bilbaínos me metí, y volé sobre el asfalto, pasando pueblos y cruces sin apenas mirar atrás. Algún repecho de algo más de 1 km parecía ya un puerto de 1ª, la gente se quedaba desperdigada y sólo cuesta abajo de nuevo volvíamos a juntarnos para volver a poner el tren directo a Bayona.

Al fin vimos la ría a la que fuimos paralelos hasta entrar en Bayona, y siguiendo las flechas, llegar al Pabellón donde estaba la meta de la prueba. Con el rodar en grupo y mi obstinación en no dejar las ruedas tan buenas que pillé, me sorprendí llegando con una media de 26,3 km/h en los 143 kms de este segundo día.

Allí vi a conocidos como a Alfonso y Eva, y a nuevos conocidos como a Benayas... Txuslin y su grupo de Llodio también los encontré, ya duchados, y que se habían metido Hautacam el día anterior "fuera de programa", qué tíos...

Una hora después, ya relajado, comido y bebido, con la cartilla de ruta plenamente sellada, llegó mi mujer y mi hija que habían madrugado menos este segundo día y les sorprendí con mi rápida llegada a Bayona. Recorrimos la zona de meta, nos hicimos una foto de familia con el cartel de la entrada, y me fui, muy satisfecho de conseguir terminarla, y quién sabe, a lo mejor vuelvo cuando en otra ocasión se haga en sentido contrario, la Bayona-Luchon.

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