72 horas después, y aún recuperándome de la tremenda paliza que me di este inolvidable sábado 14 de junio de 2008, escribo estas líneas, con sensaciones e imágenes un poco confusas perdidas ya en el tiempo: recuerdo la dureza de los puertos ascendidos, mis piernas continuamente aún me la están recordando, recuerdo la belleza del Pirineo navarro, increíble y verde, muy verde, bajo un cielo azul a veces, o bien grisáceo, nubloso y con amenaza de lluvia otras, o bien bajo la niebla espesa, en algún paso de montaña irreal, rodeado de elegantes caballos, hermosas vacas y ovejas, muchas ovejas.
Llego a Otsagabia con el tiempo justo para recoger el dorsal, el número 3, que me ha guardado la organización, por ser colaborador habitual , lo cuál me llena de satisfacción. Me entregan el chip para la cronometrada de Larrau, pero lo dejo rápidamente en el coche porque no es mi intención hacer ninguna contrarreloj ni ninguna carrera ya que por mi estado de forma, me conformo con acabar la marcha, así que me olvido pronto del reloj.
Aún me da tiempo de saludar a Eneko, al que conocí en Semana Santa en el camping Osate y ya entonces me mostró su inscripción para la Irati y allí estaba, radiante, en primera línea, dispuesto a dar caña.
Yo me voy a la última parrilla de salida, que esa posición no es mi guerra, tal y como había quedado con Francis, director editorial de Pedalier, para formar la famosa "grupeta del 600" y tomárnoslo con mucha calma, sabiendo que seguramente seríamos los últimos en llegar y que echaríamos no menos de 10 horas.
Pero todo esto lo sabíamos a conciencia y con conocimiento de causa, sin remordimientos por ir a cola de pelotón y sobre todo sin miedo, sin ningún miedo, a nuestro ritmo y parando en todas las estaciones y apeaderos, sin prisas: el objetivo es llegar...
Mientras intento pasar al otro lado del río donde está la salida y comprobar la dureza del adoquinado, del "pavés" de las calles de Otsababia oigo a alguien que me grita al otro lado del puente: ¡es Francis! que me ha reconocido enseguida.
Al llegar a su lado, abrazos, presentaciones, conozco a su colega Juanmari (Jean-Marie para los amigos) ¡y a Juanto! de la web de altimetrias.net ¡qué sorpresa!, y así nos ponemos en marcha la grupeta, hablando, charlando, con calma, y es que la salida de la marcha, que no tiene nada que ver a otras salidas, es tranquila, la gente se lo toma con una filosofía muy diferente y se nota, al menos, hasta la primera dificultad de la jornada: Jaurrieta.
El día es gris, fresquito, casi ideal para andar en bici, aunque a medida que vamos remontando las primeras rampas de la jornada el cielo se va abriendo dejando lucir un sol espléndido, que va de maravilla para las piernas, aunque no siempre será así, ya que los claros se irán alternando con las nubes, nubes negras, amenazantes, pero la lluvia nos respetará durante todo el recorrido.
Seguimos subiendo y bajando rodeados por un entorno de ensueño: campos, montañas, caseríos, pueblos con gentes encantadoras que nos animan a nuestro paso. Estos primeros collados son suaves: Erremendia, Abaurrea, pero los kms de desnivel van sumando, todo cuenta, y así a ritmo de cháchara llegamos al avituallamiento de la Fábrica de Armas, con la sorpresa de ver que hay bastante gente y que aún no somos los últimos. Es aquí donde también conozco a Néstor, de Pedalier, cómo no... pero será al salir de aquí cuando nos enfrentemos a las primeras emboscadas de la jornada, por una carretera estrecha, cementada y de fuertes rampas que nos hará pasar la frontera por el alto de Azpegi, con 2 kms seguidos casi al 10% para ir haciendo boca en lo que nos vamos a encontrar en el siguiente puerto: el coloso y temido Artaburu. Arriba, nos espera una espesa niebla y otro paisaje de ensueño.
Hace bastante fresco, 8 grados, así que nos colocamos los chubasqueros e iniciamos el descenso por una carretera tan empinada como peligrosa, bacheada, con mucha gravilla suelta, pero muy bonita rodeando los hayedos de Irati.
Al salir de una curva vemos a una chica que ha pinchado. Francis se para inmediatamente a ayudarla porque la chica ni lleva cámaras ni desmontables, ay, ay, esta previsión... y nos dice que sigamos adelante y que le esperemos abajo. Si aún no éramos los últimos este imprevisto hará que los pocos que habían detrás nos pasen, pero nos da igual, seguimos con nuestro plan previsto de desgaste cero.
Esperamos a Francis y a la chica con su novio, que ya estaba abajo y que no se había dado cuenta que había pinchado (ay, ay,...) y dice que la reñirá por no llevar cámaras (a buenas horas...) y lo hacemos en un puente sobre un hermoso río de aguas turbulentas y con bucólica visión de las montañas que se nos vienen encima.
Me doy cuenta de que estamos ya en Francia por algún cartel, pero no porque hayamos visto ninguna indicación oficial anunciándonos la entrada en el país vecino.
Cuando llegan, reiniciamos la marcha, y el chico y la chica "se nos van", ya que van a una marcheta algo más tropical que la nuestra.
A pocos km vemos a miembros de la organización, perfecta hasta ahora, señalando curvas peligrosas, baches... y desvíos, como éste que da inicio al puerto de Artaburu y en el que nos avisan que hay que meterlo todo porque es un giro brusco a la derecha donde nos toparemos de frente con una primera rampa de impresión: un 16%.
Este paso de montaña, auténtica pista rural asfaltada, es tan dura como bella, tan bestia como bonita, con kms enteros por encima del 10, 11 y 12% y puntas hasta el 18, pero con desarrollo se sube, y Francis y yo, aún dentro del umbral de cháchara, vamos ascendiendo, poco a poco, pero contemplando en todo su esplendor el Pirineo franco-navarro: una preciosidad.
Jean-Marie se nos ha ido un poco, está algo más fuerte. En un momento dado vemos que se nos acercan unos ciclistas ("pero... éstos no son de la marcha...") y cuando llegan a nuestra altura comprobamos que son unos veteranos cicloturistas franceses que con su triple plato están "reconociendo el terreno" a un ritmo muy, muy, bueno. Unos fenómenos, vamos... que enseguida entablan conversación con el exquisito francés de Francis.
Y así seguimos, hasta la rampa del 18%, donde estos "chicos" se apean de la bici y nosotros continuamos hasta el alto de Artaburu donde nos encontramos a Néstor que tristemente nos tiene que desviar sin subir el último km a Errozate porque no hemos pasado el corte de las 13 horas por muy poco. Sin duda el pinchazo nos ha hecho perder más tiempo del previsto. Es igual, el recorte son unos pocos km que enseguida nos hacen enlazar con la marcha en la subida a Surzai Lepoa, después de un nuevo descenso peligroso y enganchamos a unos cuantos ciclistas que venían del lado “oficial” que parecen enfadarse con nosotros por semejante afrenta y enseguida nos dejan de rueda.
Con todo llegamos enseguida al Chalet Pedro donde está esperando el autocar-escoba, como tentación irresistible, pero aún nos mantenemos firmes, fuertes y con ilusión, y huimos a toda prisa, montaña arriba dirección al penúltimo col del día: Irati-Bagargi. De todas formas, nos sorprendemos que a estas alturas vayamos recogiendo "cadáveres" por el camino, pues son muchos los que suben bien al autocar o bien a las diferentes ambulancias.
Irati-Bagargi se engancha ya a estas "alturas" de recorrido y además el firme está descarnado, vuelve a haber mucha grava suelta y encima el autocar se ha puesto en marcha al poco de salir nosotros y ya lo tenemos detrás, siguiendo nuestro cansino paso y nosotros aguantando su insoportable ruido, acercándose y alejándose, provocándonos el abandono, para facilitar el ascenso y la tarea al aburrido conductor, pero nada... no lo consigue, seguimos a nuestro rollo y ya vemos los Chalets de Irati, y sabemos de sobras que el autocar en la bajada no nos cogerá.
Nos tiramos así para abajo, en un descenso vertiginoso, sabiendo que "sólo" nos queda el Larrau y habremos finiquitado la marcha. Descendemos por el tremendo lado duro de Bagargi, muy rápidos, recordando la brutal ascensión que hizo aquí Hamilton en el Tour del 2003 con su compact y su clavícula rota: una jornada espectacular en un marco memorable.
Y así nos plantamos en el km y medio duro, duro, de subida a Larrau pueblo, donde nos volvemos a encontrar a la chica que había pinchado y nos explica una bonita historia de amor a pedales, de cómo conoció a su novio, en una Larra-Larrau, pero bueno, esto ya lo explicaremos en otra ocasión...
Antes de llegar al pueblo, susto morrocotudo: ¡una de las ambulancias se ha despeñado por un barranco! Suerte que sólo ha sido eso: un susto y que el conductor, salvo alguna leve conmoción, ha salido ileso.
Llegamos a pié de puerto del Larrau y otra vez sorpresa: hay mucha gente descansando, reponiendo fuerzas, o bien otros, esperando el autocar. Paramos un momento, nos "deshacemos" de cierto peso extra y para arriba, pasando olímpicamente de la alfombrilla que marca los tiempos, y es que ninguno de los tres lleva el chip y es que sabíamos a lo que veníamos.
Enseguida entramos en materia en Larrau, con unas rampas tremendas, muy duro, también muy bello, pero esto al menos a mí ya se me está haciendo casi imposible y es que empiezo a ir atrancado ya que hubiera necesitado un 29 y habría subido mucho mejor. Ahora es la ambulancia la que tenemos detrás, comiéndonos la moral. No desfallecemos pero a Jean-Marie le entra una rampa tremenda en una pierna que le obliga a subirse a ella, muy a su pesar, así que nos quedamos Francis y yo solos con 8 km por delante de "miedo escénico". A partir del km 6 le digo a Francis que no puedo más que necesito ir haciendo "eses" y así, él, poco a poco, con su desarrollo ligero y muy fresco mental y físicamente todavía va subiendo y sacándome unos cuantos metros hasta llegar a Erroymendi, después de superar el tremendo muro de acceso a este primer collado. Aquí nos "reagrupamos", recuperamos algo en este descansillo, nos extasiamos con el paisaje y es que hay que verlo para creerlo, lo bello que es, un mar verde de montañas, con algunas nubes para hacer bonito, un cielo casi azul y un sol casi radiante, plasmando una pintoresca obra de arte.
Mientras "descansamos" durante estos dos km, vemos la carretera final, al fondo y arriba, como está colgada de la ladera, serpenteante, como se dispara hacia el cielo, sólo serán 2 kms pero qué kms. Los afrontamos y de nuevo le digo a Francis amablemente que yo en estos últimos kms necesito hacer "eses" para poder superarlos y de nuevo se me va unos cuantos metros hacia adelante, pero siempre oyendo sus gritos de ánimo: "venga, Jordi, venga...".
Y es que girando la cabeza y mirando hacia arriba se ve a gente en la cima observándonos y jaleándonos, miembros sin duda de la organización. Una vez coronado el alto, felicitaciones por doquier, de Néstor y los demás, y un poco de cachondeo, todo hay que decirlo, por mis "eses", qué se le va a hacer, pero lo he conseguido, aunque creo que tengo el honor de haber sido el último en coronar Larrau, al menos, eso sí, en bicicleta.
Aquí nos espera Jean-Marie, algo más recuperado, que quiere hacer el descenso con nosotros, así que comemos algo, nos colocamos de nuevo el chubasquero porque hace bastante frío y para abajo, a finalizar de una vez por todas, la marcha más bella y más dura que haya realizado jamás, llegando a Otsagabia a las 18.30 horas, media hora antes de lo previsto después de 8 horas en bicicleta más hora y media en paradas.
La idea, por supuesto, volver el año que viene, ¿con más entreno?, ¿con más km? quizás sí, sería lo ideal, pero tampoco me preocupa, es una marcha para gozarla, sufriendo claro, y cuanto más despacio vaya, mejor veré el paisaje y más tiempo disfrutaré encima de la bici, más o menos el doble que los primeros ¿verdad Francis?
[Ir al enlace]