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Puntuación

image ¡Guau! El Tour de Flandes. ¡Qué pasada! ¡Qué gozada! Ha sido un fin de semana intensísimo. Un poco de stress y de tensión por ser el responsable del viaje que organizamos con Giant Tours; un poco de sueño por los madrugones; un poco de cansancio por los vuelos; pero muy satisfactorio todo.

El sábado cita con la leyenda. Pedalear sobre esos tramos que tantas y tantas veces has visto en fotos y en la tele es una gozada para todos los que somos mitómanos del ciclismo. Koppenberg, Kappelmuur, Bosberg,... Todos no son tan duros como a veces creemos, pero son una parte de la historia del ciclismo que hay que ir a ver aunque sea una vez en la vida. Y si además los subes con la bici, da lo mismo si a veces tienes que ir empujando la bici porque te han cerrado, son unos instantes que te quedan marcados para siempre.

Además, descubrí que Flandes es más que pavés cuesta arriba. Hay varios tramos de pavés en llano y en bajada ligera, que son los más duros de todos, porque la bici se vuelve incontrolable y crees que todo tú te vas a romper. Pero no, resistes, y la bici también resiste. Y sales del pavé vibrando entero, y enseguida viene otro tramo del que no sabes cuándo y cómo vas a salir. Luego vienen los tramos de pavés en cuesta, que son duros pero donde la poca velocidad hace que la dureza sea la de la pendiente, no de los botes. Y si llevas desarrollo y logras que nadie te fuerce a echar pie a tierra, los subes bien, sin problemas.

image Y cuando pasas el Kappelmuur y el Bosberg, los últimos muros, ya estás casi en el final, y al contrario que en las marchas cicloturistas a las que estamos habituados, donde la gente va a muerte en el último tramo, aquí muchos aprovechan para parar en los bares que instalan en carpas, para tomar una cerveza y comer una hamburguesa. Así prolongas más el placer de estar viviendo unas horas con la épica.

Luego pasas la meta, la misma que al día siguiente harán los pros. Y se te pone la carne de gallina cuando te sacas la foto junto al arco en el que se lee "Ronde van Vlaanderen". Después llegas a la zona de meta, coges tu medalla (si la has pagado previamente) y te compras unas salchicha para comer con ganas. Contigo hay 19.000 personas que han gozado y sufrido como tú, unos en el recorrido de 260 km, el mismo que los pros; otros por recorridos más cortos, pero con los mismos muros.

Y al día siguiente eliges un tramo de pavés o un muro, y ves pasar a los pros como si fueran por asfalto. Para ellos, por lo menos para los primeros, parece que el pavés no es tan duro.

Y luego vas a un bar lleno de flamencos para beber unas cervezas y comer algo mientras ves la carrera en la tele. Y cuando llegas finalmente a casa, aún no te crees que tú hayas estado ahí, en la leyenda, en el mito, en Flandes. Allí donde se vive el ciclismo con una pasión que te hace sentir envidia, donde te gustaría ser un flamenco más, para hablar raro y animar a Boonen y a los demás como quien anima al chaval de su pueblo al que ha visto hacerse ciclista desde que era un mocoso.

image Flandes. Un sueño.

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